En qué momento
un encuentro te cambia la vida? Yo podría responder esto. En el justo momento
en el que dos almas viejas se reconocen, y tengo todo el criterio para ser
romántico en lo que les voy a contar. Hace seis años viajé a Brasil con mi
compañía, acción impro de Colombia, con la única pretensión de pasarla bien. Se
trataba de un viaje corto de quince días antes de irme a Europa por primera
vez, - “ Y Europa le gana a Brasil” - pensaba yo. Pero lo que no sabía es que estaba
a punto de abrir una puerta nueva en mi vida, y las puertas son para entrar o
salir. Sin pensarlo entré y ahora no encuentro la salida, y no la quiero
encontrar tampoco. El grupo anfitrión eran unos payasos “exquisitos” y muy
talentosos que supuestamente no tenían mucha idea de improvisar, pero sí tenían
un espectáculo masivo, emocionante y movilizador que nos puso a todos a llorar.
Jogando No Quintal de inmediato se convirtió en nuestra compañía hermana, desde
entonces nos hemos visto muchas veces más aquí y allá, hasta en Europa. Ahora
Brasil le gana a Europa.
El primer día
del encuentro fue asustador, dos payasos grandes, César Gouvea y Marcio Ballas,
creadores de este increíble espectáculo, nos mostraron de qué se trataba el
asunto, como si fuera algo muy simple para nosotros, nos mostraron un vídeo
donde setecientas personas gritaban felices y votaban por un grupo de clown
profesionales y muy graciosos. Al final del vídeo dijeron – “Bueno, mañana
juegan ustedes” – evidentemente parecía un chiste, cómo íbamos a jugar si no
éramos payasos. Luego entendí que ellos pensaban parecido, cómo habían llegado
a crear un espectáculo de Impro si no eran improvisadores. Y jugué, no una,
sino como doce veces desde entonces, aquí y allá. Durante los últimos seis
años, cada que voy a Sao Paulo juego, hasta jugué en mi propia ciudad, en mi
propio teatro, una locura, por eso siempre miro, me asusto y aprendo con
Jogando No Quintal. Pero lo más bonito de todo es que sé que ellos aprendieron
tanto de nosotros como nosotros de ellos. Nuestro trabajo en la construcción de
historias y los formatos teatrales sedujo a los Jogando tanto que tampoco han
encontrado la salida de la puerta a la que ingresaron aquel entonces.
Pero esto apenas
fue el inicio, con Marcio y los demás Jogando comencé una amistad que me enseñó
el significado de la palabra saudade, que en español ni siquiera existe. Con
César se me abrió otra puerta que parecía más estrecha y peligrosa, pero muy
seductora. Poco a poco, entre cachaca y aguardiente colombiano, terminamos
provocando un nuevo encuentro para trabajar juntos. Así nació A Cocina, un
espectáculo de teatro no terminado, loco, muy loco. Soñábamos con ser Dalí y
Buñuel, queríamos cambiar el mundo, transformar el arte, detener el tiempo, pretendíamos
crear la mejor pieza de teatro del mundo, y lo logramos. Pero no teníamos un texto, no había una base,
ni siquiera partimos de una buena idea. Así, en medio de la cerveza y la
perdición, César y yo nos encontramos unas cuatro veces, aquí y allá. Hasta
presentamos A Cocina dos veces, una aquí y otra allá. Pero al final explotamos,
llegó la crisis, el miedo, la angustia, la distancia hizo de las suyas, la
cultura de cada país foráneo se nos metió a la sangre, la comida colombiana
hizo estragos en César, yo comencé a hastiarme de la cachaca, tanto encuentro,
tanto sueño loco y tanta adrenalina junta nos obligó a parar, normal, cuando
hay tanta energía algo tiene que fugarse, pero no por mucho tiempo.
Recuerdo que
llegué a Brasil muy asustado, pensaba que sería muy difícil después de todo recuperar
A Cocina. Desde que César me fue a buscar en el aeropuerto de Guarulhos, hasta
que llegamos a su casa en el Club de Regatas Cotoxó, en su carro, esa mañana
Paulistana, determinamos lo que sería nuestro futuro – “Vamos a montar otro
espectáculo” - dijimos, no importaba que
lleváramos casi cuatro años trabajando tanto en el otro, era demasiado para
nosotros, nos quedaron grandes los sueños, seamos sinceros, asumamos la verdad,
no somos Dalí ni Buñuel, somos César y Gustavo, y entre los dos somos muchos
humanitos, somos un payaso, un actor, dos improvisadores, un director, un
dramaturgo, dos amigos, hermanos, socios, parceros, pasajeros. Eso es – “Hagamos
algo pensando en lo que somos: pasajeros” – y no hablamos de ser pasajeros
únicamente por viajar a Colombia o a Brasil una o dos veces al año, somos
pasajeros porque habitamos y luego nos movilizamos, porque paseamos por la vida
del otro, por la cultura del otro. Somos pasajeros de palabras, nos prestamos
el idioma y creemos que lo hablamos, hasta creemos que lo escribimos, pero
sabemos que no nos pertenece; somos pasajeros en el arte del otro, yo me paseo
por el clown como me paseo por Vila Madalena cuando voy al Quintal de Criacao,
como César se pasea por el parque del Poblado cuando va a acción Impro.
Así nació El
Pasajero, pero sabíamos que no podíamos volver a lo mismo, que teníamos que
centrar nuestros deseos, ya éramos vulnerables a la explosión, al caos. Así que
nos cubrimos por un proyecto, Iberescena sacó su beca de coproducciones
internacionales y nos la ganamos, esto nos exigía un resultado en un tiempo.
Así que tuvimos que llamar a nuestros humanitos responsables, al director y al
dramaturgo, a los productores, a nosotros mismos sin tanta cerveza, sin flu,
sin pretensiones inhumanas, con la convicción de hablar sobre nosotros, de
interpretar los personajes que somos todos por dentro, de jugar con narices
falsas, de entrar en el mundo de la máscara y el payaso pero con una estructura
dramática propia del teatro de texto. Nos embarcamos en un problema mayor,
abrimos una puerta nueva dentro de un lugar en el que ya ninguno de los dos
sabemos como salir.
El Pasajero se
estrenó en la sala Crisantempo en Vila Madalena, se estrenó en Acción Impro por
el parque del Poblado, y contrario a lo que queríamos, no está terminado y dudo
mucho que se termine algún día, afortunadamente es una obra experimental, cada
temporada sufre tantos cambios como nosotros durante el receso entre uno y otro
encuentro. Y es que somos humanos y cambiamos de parecer, de ideas, de sueños,
así cambia el pasajero, y eso es lo que más me gusta, que es un laberinto
constante en el que ya no tengo la más mínima intención de salir. Es una viajem
improvisada, como las nuestras, como la que haré en agosto cuando me vaya a
vivir a Brasil.
Así es, después
de tanto trabajo, de acostumbrar al cuerpo a estar aquí y allá, alguien debía
decidir algo rotundo, no podíamos dejar que dos almas que se encuentran y se
rencuentran, se separen otra vez, es un riesgo que la Impro ni nosotros nos
podemos permitir. Pero mi país no le ofreció a César lo que me ofreció a mí
Brasil, qué le vamos a hacer, ambos somos latinoamericanos pero uno de los dos
está más sumido en la periferia, en esta vida me tocó a mí, así que mejor abro
otra gran puerta, la de agosto, la que me obliga a abandonar mi grupo de doce
años y me lanza solo pero más acompañado que nunca a un mundo que no tengo idea
cómo es a pesar de conocerlo.
Ahora tenemos la
intención clara de recuperar A Cocina, más grandes, más asustados y más motivados
que nunca, César Gouvea y Gustavo Miranda tienen juntos mucho camino por
recorrer y muchas puertas por abrir, aquí y allá.
Soy el pasajero,
esta es parte de mi historia, el resto está por venir, con César, con Jogando,
con Barbixas, con Lala, con Marcio, con Sabrina, con Edu, con Paulinha, con
Nani, con Alan, con Eliza, con Getulio, con Ludimila, con Mauricio… con el
resto de pasajeros que viajamos por la vida buscando un el mejor destino, aquí
y allá.
AQUI E LÁ
Em que momento um encontro muda sua vida? Eu posso responder. No momento
justo quando duas almas velhas se reconhecem, e tenho todo o critério para ser
romântico no que vou lhes contar. Há seis anos fiz uma viagem ao Brasil com
minha companhia, Acción Impro da Colômbia, com a única pretensão de me divertir.
Tratava-se de uma viagem curta, de quinze dias, antes de ir à Europa pela
primeira vez - “E Europa é melhor do que Brasil” – eu pensava. Mas o que não
sabia é que estava a ponto de abrir uma nova porta na minha vida, e as portas
são para entrar ou sair. Sem pensar entrei, e agora não encontro a saída, e nem
tampouco quero encontrá-la. Os anfitriões eram uns palhaços esquisitos, malucos
e talentosíssimos que supostamente não tinham muita ideia de improvisar, mas
tinham um espetáculo massivo, emocionante e mobilizador e incrível que nos
colocou todos a chorar. Jogando No Quintal imediatamente virou nossa companhia
irmã, e desde então a gente se encontrou muitas vezes mais, aqui e lá, até na
Europa. “Agora Brasil é melhor do que Europa”.
O primeiro dia do encontro foi muito assustador, dois palhaços grandes,
César Gouvêa e Marcio Ballas, criadores deste incrível espetáculo, nos
ensinaram do que se tratava o assunto, como se fosse algo muito simples para
nós, eles nos mostraram um vídeo em que setecentas pessoas gritavam felizes,
como se estivessem numa partida de futebol, votando por times compostos de
clowns profissionais, muito engraçados. Ao final do vídeo eles disseram - “Bom,
amanhã vocês jogam” – aquilo parecia uma piada, como a gente ia jogar se não
éramos palhaços? Depois entendi que eles pensavam parecido, como tinham chegado
a criar um espetáculo de Impro sem ser improvisadores?
E joguei, não só uma vez, como umas doze vezes desde então, aqui e lá.
Durante os últimos seis anos, sempre que vou para Sampa jogo, até joguei na
minha própria cidade, no meu teatro, uma loucura! Eu sempre vejo, me assusto e aprendo
muito com Jogando No Quintal. Mas, o mais bonito de tudo, é que sei que eles
aprenderam tanto conosco, como nós aprendemos com eles. Nosso trabalho na
construção de histórias e nos formatos longos e teatrais conquistou tanto os
Jogandos, que eles ainda também não encontram a saída da porta que abriram naquele
encontro.
Mas isto foi só o inicio, com Marcio e os outros Jogandos comecei uma
amizade que me ensinou o significado da palavra “Saudade”, que em espanhol nem sequer
existe. Com César abrimos outra porta que parecia mais difícil e perigosa, mais
muito sedutora. Aos poucos, entre cachaça e aguardiente colombiano, terminamos
provocando um novo encontro para trabalhar juntos. Assim nasceu A Cocina, um
espetáculo de teatro ainda não acabado, louco, muito louco. Sonhávamos com ser
Dali e Buñuel, queríamos mudar o mundo, transformar a arte, deter o tempo,
pretendíamos criar a melhor peça do universo, e o conseguimos. Mas não tínhamos
um texto, não havia uma base, nem sequer partimos de uma boa ideia. Assim, no
meio da cerveja e da perdição, eu e César nos encontramos umas quatro vezes,
aqui e lá. Até apresentamos A Cocina duas vezes, uma aqui e outra lá. Mas ao
final explodimos, chegaram as crises, o medo, a angústia, a distância fez das
suas, a cultura dos dois países se misturou e entrou no mais profundo do nosso
corpo e da nossa alma, a comida colombiana fez estragos no César, eu comecei
odiar a cachaça. Tanto encontro, tanto sonho louco e tanta adrenalina junta nos
obrigou parar, normal, quando há tanta energia algo tem que sair, mas não foi por
muito tempo.
Lembro que cheguei ao Brasil muito assustado, era minha viagem número
cinco, pensava que seria muito difícil depois de tudo recuperar A Cocina. Desde
que o César me buscou no aeroporto de Guarulhos, até que chegamos à sua casa no
Clube de Regatas Cotoxó, em seu carro, naquela manhã paulistana, determinamos o
que seria nosso futuro – “Vamos criar outro espetáculo” - dissemos, não
importava que tivéssemos levado quase quatro anos trabalhando tanto em A Cocina,
era muita coisa para nós, os sonhos nos ficaram grandes, sejamos sinceros,
assumamos a verdade, não somos Dalí, nem Buñuel, somos César e Gustavo, e
juntos somos muitos “humanitos”: somos um palhaço, um ator, dos improvisadores,
um diretor, um dramaturgo, dois produtores, dois amigos, dois irmãos, sócios,
parceiros, passageiros. É isso – “Temos que fazer o trabalho pensando no que
somos: passageiros” - e não pelo fato de viajar para Colômbia ou para Brasil
uma ou duas vezes por ano, somos passageiros porque habitamos e logo nos
movimentamos, porque passeamos pela vida do outro, pela cultura do outro. Somos
passageiros de palavras, emprestamos o idioma e acreditamos que o falamos, até
acreditamos que o escrevemos, mas sabemos que ele não nos pertence; somos
passageiros na arte do outro, eu caminho pelo mundo do clown como caminho pela
Vila Madalena quando vou ao Quintal de Criação, como César caminha pelo Parque
del Poblado quando vai para Acción Impro.
Assim nasceu El Pasajero, mas sabíamos que não podíamos fazer a mesma
coisa, que tínhamos que centrar nossos desejos, já éramos vulneráveis à
explosão, ao caos. Então nos apoiamos num projeto, Iberescena nos deu uma bolsa
de coproduções internacionais que ganhamos, isto nos exigia um resultado num
tempo determinado. Assim que tivemos que chamar a nossos humanitos
responsáveis, ao diretor e ao dramaturgo, aos produtores, a nós mesmos sem
tanta cerveja, sem ”flu”, sem pretensões inumanas, com a convicção de falar
sobre nós, de interpretar os personagens que temos em nosso interior, de jogar
com narizes falsos, de entrar no mundo da máscara e do palhaço, mas com uma
estrutura dramática própria do teatro de texto. Embarcamos em um problema maior,
abrimos uma nova porta num lugar onde nenhum dos dois sabemos como sair.
El Pasajero fez a estreia na sala Crisantempo, na Vila Madalena, e no
Acción Impro no Parque del Poblado, e ao contrario do que queríamos, o
espetáculo ainda não está acabado e duvido muito que acabe algum dia,
afortunadamente é uma peça experimental, cada temporada tem tantas mudanças
como a gente durante o tempo entre um e outro encontro. Somos humanos e mudamos
de parecer, de ideias, de sonhos, assim muda também El Pasajero, e isto é o que
eu mais gosto, este labirinto constante onde ficamos presos e não temos mais a mínima
intenção de sair. É uma viagem improvisada, como a nossa, como aquela que farei
em agosto quando vou morar no Brasil.
É assim, depois de tanto trabalho, de acostumar o corpo a estar aqui e
lá, alguém tinha que decidir algo rotundo, não podíamos deixar que duas almas
que se encontram e se reencontram, se separassem outra vez, isto é um risco que
a Impro e nem nós podemos nos permitir. Colômbia
não ofereceu ao César o que é de César, aquilo que me deu o Brasil, nada a
fazer, os dois somos latino americanos, mas eu estou mais sumido na periferia
do que ele, Colômbia não tem as oportunidades de trabalho que tem Brasil. Eu fui
o afortunado, então melhor abro eu outra grande porta, a porta de agosto que me
obriga abandonar meu grupo de doze anos e me jogar sozinho, mas mais
acompanhado que nunca, num mundo que desconheço apesar de conhecê-lo.
Agora temos a intenção clara de recuperar A Cocina, estamos mais
grandes, com mais medo e mais motivados que nunca, César Gouvêa e Gustavo
Miranda têm juntos muito caminho por percorrer e muitas portas por abrir, aqui
e lá.
Eu sou el pasajero, esta é parte da minha história, o resto está por
vir, com César, com Jogando, com Barbixas, com Marcio, com Lala, com Edu, com
Paulinha, com Nani, com Sabrina, com Alan, com Eliza, com Ludmila, com Getulio,
com Mauricio... com todos os passageiros que viajamos pela vida procurando um
destino melhor, aqui e lá.