Cuando me invitaron a escribir este
artículo pensé mucho en mi ciudad, y estoy hablando de Yarumal, porque fue ahí
donde formé el corazón y preparé mi cuerpo para lo que se vino después, para
convertirme en un actor y ahora “joven dramaturgo” antioqueño. Porque mientras
viví en Medellín estos últimos dieciséis años comencé a ver a mi pueblo como la
mayoría de capitalinos, como nos ven muchas veces en Bogotá a los de Medellín,
como nos ven muchas veces aquí en Brasil a los colombianos, como nos ven casi
siempre los norteamericanos y europeos a los latinos, como si no estuviéramos
vivos. ¿Y qué podemos hacer para seguir vivos? ¿Para perdurar como Días,
Viviescas, Freidel, Velásquez, el Arao, Martínez, Sierra, Romero, Vallejo y
tantos otros que todavía brincan, juegan, lloran, sienten y viven en los teatros
del mundo? La respuesta es obvia, hay que montarlos, representarlos,
instalarlos, no dejarlos morir. A ellos y a los que apenas estamos naciendo, a
los que llegamos al mundo hace mucho tiempo y empezamos a caminar hace pocos
años con pasos firmes, equivocados pero firmes y dispuestos. No importa de
dónde somos, si nacimos en Frontino, Manrique o en la clínica El Rosario de
Medellín, no es eso lo que alimenta nuestra dramaturgia, es lo que tenemos por
dentro. No seamos centralistas, tampoco nos sintamos periferia, la única manera
de resaltar nuestro trabajo es haciéndolo por nosotros mismos, no hay que
esperar a ser montados por un grupo importante de afuera, hay que montar desde
adentro, revivir a nuestros muertos y darle respiración a nuestros vivos.
Llevemos a escena nuestras obras, cuando nos reunamos a analizar textos,
comencemos por los locales, por la gente que nos rodea, por los dramaturgos que
hablan lo que nosotros queremos hablar. No seremos más importantes si sólo
montamos a Shakespeare, seremos osados pero no diferentes. Y no estoy invitando
a ese regionalismo descontrolado que nos reconoce como “paisas pujantes”, no es
eso, estoy invitando es a la apropiación, a la credibilidad y materialización
de lo que ya tenemos. No se trata de escribir o montar sólo obras
costumbristas, comunitarias o políticas, que ya por el mero hecho de escribir
nos volvemos tradición, somos política desde el mismo momento en que decidimos
ser teatro. Eso dejémoslo a los otros, al que escribe la columna en el
Colombiano, al público, a la mamá, que sean ellos los que le pongan nombre o
género a lo que hacemos, nosotros simplemente escribamos, creemos y principalmente
montemos nuestras obras para poder seguir vivos.
Ya tenemos un listado de dramaturgos vivos
que nos pertenecen, inclusive algunos de los que ya están muertos siguen vivos.
Porque la dramaturgia no está hecha para ser leída sino para ser interpretada. No
tiene sentido hablar de dramaturgia cuando no se lleva a escena, cuando no es
traicionada. Somos vulnerables a la negación, a la interpretación distante, a
las múltiples visiones de lo que quisimos decir cuando nos sentamos a escribir,
pero de eso se trata ser dramaturgo, nuestro trabajo es el esqueleto del
cuerpo; la sangre, la carne y la piel sólo existen cuando los personajes
sienten y viven en el espacio dramático, en el mundo ficcional que seguramente
nada tendrá que ver con el que nos imaginamos esa noche a las tres de la mañana
inspirados, con los dedos a mil y la mente sin poder conciliar el sueño.
Ser dramaturgo vivo es estar dispuesto a la
transformación, a la adaptación, a la malinterpretación de lo que sentimos como
propio; cuando una obra no es montada, cuando se queda en la biblioteca
personal, impresa, sucia, leída por nosotros mismos o por el amigo actor que
tanto lo quiere a uno, cuando se queda en la sala de ensayo o en la cabeza del
colectivo, comienza a morirse, la protegemos tanto que ella se envejece, de
desgasta y se muere. Y es que a veces tenemos que sentir dolor, miedo,
angustia, para después disfrutar de la alegría, del éxito, del placer; así es
el teatro, de matices profundos y sentimientos encontrados; pero qué bueno,
porque mientras esto ocurra entonces estamos vivos, y no importa la metodología
o la raíz. Yo por ejemplo me siento dramaturgo no por lo que he escrito, que
eso apenas está comenzando a caminar, sino por lo que he creado e improvisado,
porque existen otros tipos de dramaturgia, la Creación Colectiva nos dio esa
herencia, aprovechémosla, estudiémosla, hagámosla. Ya no existe únicamente eso
de autor, director y actor como tres entes dispuestos a mirar lo mismo de
diferentes formas, ahora somos rizoma, aprovechemos lo que la época nos trajo y
nos incita; misturémonos, tomemos material de aquí y de allá, escribamos sobre
la escena, improvisemos, cojamos un texto e interpretémoslo como queramos, no
importa si es representado o instalado, lo que importa es transformar esa
dramaturgia en obra, en pieza, en cuadro, en performans, en imagen… en lo que
nosotros queramos, pero hagamos algo con eso, no lo dejemos en la historia y en
los libros, recordemos que el teatro sólo es teatro cuando es teatro y no
cuando es idea, texto o intención.
Por favor montemos nuestras obras, mutilemos
nuestros textos, adaptemos esas historias, hagámoslas nuestras, amémoslas, traicionémoslas,
respetémoslas y maltratémoslas con mucho amor, sólo para sentir que estamos
vivos, porque los dramaturgos somos egocéntricos, hedonistas, anarquistas, egoístas, como
usted, sólo que necesitamos ver en acción lo que creamos para poder respirar, de
lo contrario de nada valió la pena trasnocharse.
(Artículo para el Conversatorio sobre Dramaturgia organizado por el
Consejo Municipal de Artes escénicas de Medellín, Subsector de Dramaturgia. Homenaje a la Dramaturgia de Medellín. Tres Dramaturgos - Tres Generaciones - Tres
Lecturas Dramáticas. Marzo de 2013)
Gustavo me motiva demasiado tu articulo y lo agradezco profundamente, no comparto lo que escribo quizá por el temor a ser criticado o censurado, pero lo que piensas es real, lo textos envejecen y pasan al olvido sin tener la oportunidad de circular en esa realidad que los incito a nacer.
ResponderEliminarGracias por el comentario, y nada, sin temor que ya de entrada uno sabe que al volverse un texto público habrá a quién no le guste, pero como está escrito para ser montado y no leído finalmente el problema será compartido con quien lo monte, jeje
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