“El Actor debe nacer en cada
ensayo para que el teatro pueda pensar” – dice el maestro argentino Jorge Eines[1]. Yo
comparto este pensamiento, así como creo que los improvisadores deberíamos
comenzar a pensar más cuando estamos en escena. Cuando improvisamos generamos
acontecimiento en convivio con el público, esto es tan especial, nos hace tan
únicos, que se hace imposible perderlo; pero es muy importante recordar que los
improvisadores también hacemos teatro, y la Impro así como la improvisación,
también es teatro[2], y en
el teatro las cosas no acontecen como en la vida real, pero acontecen. No vale
de nada esforzarnos creando buenas historias, escenas originales y graciosas,
si en el fondo no tenemos consciencia de lo que estamos generando en el otro.
La gente no va al teatro únicamente como “un plan de sábado en la noche”;
consciente o inconscientemente todo mundo quiere sufrir una trasformación,
nadie quiere salir del teatro de la misma manera que entró, es una realidad
antropológica. El ser humano necesita del teatro como válvula de escape, para escuchar
y ver lo que no escucha ni ve en la vida real; todo a través de otro lente, el
lente del mundo ficcional y mentiroso, así no hagamos las cosas de mentiras.
El actor improvisador tampoco puede salir igual a como entró en escena, porque él, independientemente de su ideología, por el solo hecho de estar haciendo teatro, ya está siendo también político, y por eso debe creer en lo que interpreta, transformarse junto con el público. No podemos pretender transformar a nadie si no nos transformamos a nosotros mismos.
Existen tres tipos de
espacios en el acontecimiento teatral:
1. El espacio teatral: hace referencia al lugar donde se representa la obra improvisada. Es el teatro como tal, el lugar del encuentro entre el espectador y el elenco (actores, director, técnica, etc.)
2. El
espacio escénico: es el lugar donde acontecen
las acciones. Casi siempre está representado por la escenografía de la pieza,
sea esta física o imaginaria. Es en él que la historia se desarrolla. Puede
cambiar constantemente en las diferentes escenas o cuadros que componen la
improvisación.
3. El
espacio dramático: es el lugar interior de la
acción. No tiene nada que ver con el lugar físico sino con la acción dramática
y la interpretación del actor improvisador. Por ejemplo, si el espacio teatral
es el Teatro Colón y el espacio escénico es una cocina, el espacio dramático
estará en los acontecimientos dentro de esta cocina, concentrándose en el cómo
están siendo dados estos acontecimientos. La cocina entonces se convertirá en
el espacio del perdón, de la traición, del miedo, de la celebración, etc.
El improvisador normalmente
se amaña en el espacio teatral, muchas veces consigue entrar bien en el espacio
escénico, pero le dificulta mucho transitar con veracidad en el espacio
dramático. Esto se debe a su relación directa con el espectador, ya que casi
siempre el ritmo del espectáculo depende de la reacción del público, lo que me
parece perfecto dentro de esta poética de teatro improvisado. Sin embargo
invito al improvisador para que entre cada vez más en el espacio dramático, sin
miedo y sin perder esta relación de convivio con la platea; así como lo hace el
actor de teatro de autor que tiene tiempo de estudiar su personaje, sus textos,
de ensayar sus intenciones. Yo sé que es muy difícil, casi una utopía hacer
teatro improvisado, pero es también un referente, un objetivo pretencioso que
no nos hace nada mal. A los improvisadores se nos dificulta mantener la
conexión con el público y al mismo tiempo creer en lo que está aconteciendo en
el espacio dramático, pero sepamos que no es imposible, y cuanto más
profundicemos la platea estará cargada no solamente de risas sino también de
sensaciones diferentes que movilizarán a todos lo que hacemos parte del
encuentro. Porque es justamente de esto que estamos hablando, de
transformación.
En esta búsqueda por ser
verdaderos y creer en lo que estamos haciendo, los improvisadores cometemos
ciertos errores que vale la pena ser vistos con cuidado (jugando un poco con la
regla que nos dice que en la Impro no existe el error[3]). El
principal de ellos es el naturalismo como
único camino para la construcción de la historia. No soy yo quien dice que
en el teatro las cosas no acontecen como en la vida real; desde siempre el
teatro existe para crear otra realidad. ¿Para qué hacer en escena lo que ya
hacemos en la vida si la televisión ya hace eso mejor que nosotros? Claro que
es natural ser naturalista, a la hora de improvisar el cuerpo y la mente buscan
en el lugar conocido para ellos, en el espacio común de los recuerdos, van
directo a la información recibida por tantos años de educación, a las reglas
sociales que nos rigen. Sin embargo, las mejores improvisaciones,
independientemente del formato, son aquellas que nos sacan de ese lugar común y
confortable. Es por eso que los entrenamientos y los ensayos son vitales,
porque es ahí que podemos buscar esos otros lugares, es en el ensayo que el
actor tiene que nacer para que el teatro pueda pensar, ellos son para
equivocarnos, para trabajar justamente lo que nunca trabajamos en la
cotidianidad.
Lo anterior nos conecta
directamente con otro de los errores más comunes en la Impro: pensar el entrenamiento o el ensayo como
espacio escénico y no como espacio de trabajo. Como nosotros trabajamos con
improvisación los ejercicios que hacemos en la sala de ensayo tienden a
convertirse en improvisaciones sin público, lo que hace que muchos grupos
piensen en el resultado y olviden el proceso.
Como bien dice el improvisador brasilero Guilherme Tomé al inicio del
espectáculo Improvável de la Cia. Barbixas: - “Nosotros no sabemos lo
que vamos a hacer, pero sabemos muy bien lo que estamos haciendo” – y para
saber lo que estamos haciendo tenemos que estudiar, entrenar y ensayar. No
pretendamos que todo lo que hacemos en los entrenamientos sea escénico, demos un
foco en cada encuentro y profundicemos en él.
En este punto debo decir que
nada de esto es una verdad absoluta, es simplemente una visión sobre el teatro
de improvisación inspirado en las herramientas del actor que comúnmente hace
teatro de autor, solo porque, repito, la Impro es teatro y en el teatro las
cosas no acontecen como en la vida real. Por eso si usted es improvisador y
quiere salir del lugar común, intente experimentar estos consejos simples y va
a ver cómo las cosas comenzarán a cambiar en escena, independientemente si
estamos hablando de juegos cortos o de formatos largos de Impro:
·
Al construir e interpretar
su historia, quítele importancia a la cosas que normalmente tienen mucha
importancia, y dele relevancia a la cosas que normalmente no la tienen.
·
No siempre tiene que hacer
lo primero que se le venga a la cabeza, a veces es mejor lo segundo, lo
tercero, o quien sabe, la décima idea que aparezca. Recuerde que usted no
solamente es actor e improvisador, usted también es director y dramaturgo de la
escena improvisada, entonces sus elecciones dentro del espacio dramático irán
inevitablemente a interferir en el espacio escénico y teatral.
·
Huya del naturalismo pero
no busque ser original. No procure buenas historias, vaya en el flujo de la
acción, crea, confíe y arriésguese con sus propuestas, pero muy especialmente
con las propuestas de los otros, piense que ellas son mejores que las suyas,
trabaje para el otro y no únicamente para usted, no imponga su propuesta,
suéltela para que los otros también trabajen sobre ella.
·
Busque los silencios, ellos
también son acción, experimente en los ensayos la diferencia entre un silencio
y un vacío en escena.
·
Tome decisiones siguiendo
el raciocinio de su personaje, no piense: - “Yo haría esto o aquello” – piense
mejor en lo que haría su personaje aquí y ahora.
·
No haga elecciones ni tome
decisiones solamente por la idea que ronda en su cabeza, escuche su cuerpo,
mire el espacio, sea consciente de lo que está aconteciendo en la acción con
los otros, no se olvide que improvisar es como escribir un texto a varias
manos.
·
Haga y después sienta, no
se quede en la idea de la sensación, pero tampoco se amañe en la literalidad.
El improvisador trabaja en una delgada línea entre los tres espacios que ya
mencioné antes, y su función está en nunca abandonar ninguno así como tampoco
acomodarse solamente en uno.
·
No subestime al público, no
explique todo, así usted tampoco entienda lo que está aconteciendo, déjese
afectar por la situación dramática y no únicamente por la historia. Es tan
importante pensar en cómo está interpretando, como saber qué está improvisando.
Muchas veces es mejor una escena bien interpretada que una historia bien
contada.
[1] Tomado del artículo “Poder Pensar” (http://blog.jorge-eines.com/2013/05/11/poder-pensar/)
de Jorge Eines. Fundador y director de “Ensayo 100 Teatro” y de “Tejido Abierto
Teatro” en España. Profesor y director de la escuela de interpretación “Jorge
Eines”. También es teórico y catedrático de la técnica interpretativa.
[2] Llamamos Impro a la improvisación como resultado escénico y no como proceso de
creación del actor.
[3] No hay error. Es una de las reglas básicas de la
Impro. Hace referencia a las propuestas de los personajes en procura de una
aceptación que ayude al normal desarrollo de la escena improvisada.
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